lunes, 27 de febrero de 2012

Mitología

Lejos de la imagen de guerreros palurdos, belicosos, saqueadores y siempre ebrios que han transmitido los romanos, su vida estaba orientada casi constantemente hacia el mundo mágico y el espiritual por el sistema semiteocrático impuesto desde el druidismo, esa prodigiosa organización religiosa que supo dotar a la civilización en la cual se desarrolló de una comprensión mitológica de la existencia.


En torno a los celtas, todo era prodigioso y devenía de algún tipo de encantamiento: desde sus  propios e inciertos orígenes hasta los bosques o los animales con los que convivían, desde los combates con el enemigo o las expediciones al confín del mundo hasta sus calendarios  de fiestas.
Los dioses se manifestaban en todo momento y, si no eran ellos, lo hacían entidades de otros planos, como las del mundo feérico: las hadas, los elfos o cualquier otro.

La vida no podía considerarse otra cosa que una mera transición más o menos entretenida hasta el momento de la muerte, que se aceptaba sin complejos ni culpas ya que ella no constituía más que un paso previo a la existencia en el Otro Mundo.







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