Mitología
Lejos de la imagen de guerreros palurdos, belicosos,
saqueadores y siempre ebrios que han transmitido los romanos, su vida estaba
orientada casi constantemente hacia el mundo mágico y el espiritual por el
sistema semiteocrático impuesto desde el druidismo, esa prodigiosa organización
religiosa que supo dotar a la civilización en la cual se desarrolló de una
comprensión mitológica de la existencia.
En torno a los celtas, todo era prodigioso y devenía de
algún tipo de encantamiento: desde sus propios e inciertos orígenes hasta los bosques
o los animales con los que convivían, desde los combates con el enemigo o las
expediciones al confín del mundo hasta sus calendarios de fiestas.
Los dioses se manifestaban en todo momento y,
si no eran ellos, lo hacían entidades de otros planos, como las del mundo
feérico: las hadas, los elfos o cualquier otro.
La vida no podía considerarse otra cosa que
una mera transición más o menos entretenida hasta el momento de la muerte, que
se aceptaba sin complejos ni culpas ya que ella no constituía más que un paso
previo a la existencia en el Otro Mundo.
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